Elisa Lam: el misterio del Hotel Cecil
“Este hotel me recuerda mucho al que aparece en El resplandor, de Stephen King”.
Comentario dejado por un huésped del Hotel Cecil en el libro de visitas durante 2010
Elisa Lam nació el 30 de abril de 1991 en Vancouver, Columbia Británica (Canadá). Fue hija de un matrimonio de inmigrantes chinos, quienes trabajaron duro para darle a su hija una vida decorosa. Elisa se distinguió desde muy pequeña por ser una estudiante aplicada. Obtuvo muy buenas notas en la escuela y se convirtió en el orgullo de su familia. Tenía una hermana menor, con quien siempre llevó una relación de protectora.
Elisa Lam
Sentimentalmente, Elisa siempre se definió como “una romántica”. Le gustaban las películas cursis y a veces pasaba la tarde viendo cintas en su casa, comiendo Nutella. En su cuenta de Instagram publicaba imágenes sobre estas sesiones. Pero no era una solitaria: se trataba de una joven extrovertida, que se relacionaba bien con la gente y hacía amistades con facilidad.
Su novio, un joven chino que era su compañero de universidad, tenía una buena relación con ella. La pareja gustaba de ir a cenar y a divertirse, compartían su afición por el cine y gustaban de tomarse fotografías juntos. Llevaban un buen tiempo saliendo y la relación tenía las posibilidades de convertirse en algo más formal. Ya habían hablado sobre vivir juntos, pero Elisa quería realizar antes algunos proyectos más, como viajar.
Elisa con su novio
En 2012, Elisa terminó su carrera en la Universidad de Columbia Británica. A su graduación acudieron su familia, su novio y sus amigos cercanos. Estaba radiante y les decía a todos que aquello era el principio de una nueva etapa en su vida. Sus padres no cesaban de contarles a todos lo orgullosos que estaban de su hija.
Elisa durante su graduación
Para celebrar, Elisa decidió realizar un viaje. Quería conocer Estados Unidos y para ello hizo todos los preparativos necesarios. Sobre todo, deseaba viajar a California a principios de 2013. No era rica, así que buscó la manera de disminuir varios gastos.
Uno de ellos fue buscar hoteles económicos. Navegó por Internet y pronto dio con uno para su estadía en Los Ángeles, cuyas fotos le gustaron. Pronto hizo la reservación. Se trataba del Hotel Cecil. Se ubica en el centro de Los Ángeles, en el 640 S. Main Street. Se trata de un hotel económico de dos estrellas con 600 habitaciones (originalmente eran 700). Construido en 1927, el hotel fue diseñado para los viajeros de negocios, pero luego ganó reputación como una residencia para los transitorios. El Cecil fue eclipsado rápidamente por los hoteles más glamorosos. Situado cerca de la zona de Skid Row, comenzó a alquilar habitaciones a largo plazo y precios baratos, una política que atrajo a una multitud de personajes siniestros.
El Hotel Cecil en 1932
Cuando llegó la Gran Depresión, se convirtió en un hotel de paso, frecuentado por traficantes, ladrones y prostitutas. Para los años 50 y 60, el Cecil era conocido como “un lugar al que la gente llega para suicidarse saltando desde alguna de las ventanas”. Sobre todo, se le recuerda como escenario de varios incidentes macabros. Era un sitio conocido por su actividad criminal, que incluía asesinatos y suicidios.
La noche del 8 al 9 de enero de 1947, el Hotel Cecil fue uno de los sitios que visitó Elizabeth Short “La Dalia Negra”, antes de ser capturada por su misterioso asesino, quien la torturaría y mataría a lo largo de la siguiente semana. Nunca se supo a quién visitó en aquel sitio, pero varios huéspedes y trabajadores del hotel declararían haberla visto aquella noche fatídica.
Elizabeth Short "La Dalia Negra"
El 22 de octubre de 1954, Helen Gurnee, una mujer de 50 años, saltó desde una ventana del séptimo piso, aterrizando en la marquesina del hotel. Murió en el lugar. Nunca se supo la razón de su decisión. Se había registrado una semana antes bajo el nombre falso de “Margaret Brown”.
El Hotel Cecil en la actualidad
El 11 de febrero de 1962, Julia Moore saltó desde la ventana de su habitación en la octava planta. Moore dejó un billete de autobús de St Louis, 59 centavos y una libreta de cuenta bancaria en Illinois, que mostraba un saldo de $ 1.800 dólares. Las causas de su suicidio nunca fueron esclarecidas.
El 12 de octubre de 1962, Pauline Otten, de 27 años, saltó desde una ventana del noveno piso tras una discusión con su ex marido, Dewey, quien se había ido a cenar para cortar la discusión. Otten cayó encima de George Giannini, un transeúnte de 65 años, que caminaba por la acera noventa metros más abajo. Ambos murieron en el acto.
El 4 de junio de 1964, Goldie Osgood alias “Piggeon Lady”, una operadora de telefonía retirada, fue encontrada muerta en su habitación; había sido trabajadora del hotel, donde atendía el conmutador. Era conocida por proteger y alimentar a las palomas en la cercana Plaza Pershing. Osgood fue apuñalada, estrangulada y su cadáver violado. Su habitación fue registrada y desordenada por su asesino. Cerca se encontró una gorra de los Dodgers que siempre usaba y una bolsa de papel llena de semillas para pájaros.
Poco después, Jacques B. Ehlinger, un joven de 29 años, fue visto caminando por la Plaza Pershing con la ropa manchada de sangre. Fue arrestado, pero no se pudo probar su vinculación con el homicidio, por lo que fue liberado. Al día siguiente de su muerte, los amigos de Goldie se reunieron en la Plaza Pershing para expresar su dolor.
Jean Rosenstein, una enfermera jubilada, le dijo a un reportero: "Estábamos todos sus amigos, todos nosotros aquí en la plaza. Estaba parada aquí esta mañana, pensando en lo que había pasado, cuando alguien nos sugirió que debíamos conseguir algunas flores. Nadie tiene mucho dinero por aquí, pero de repente todo el mundo empezó a darme lo que podían. Sólo queríamos que ella supiera que la recordamos". El crimen nunca fue resuelto.
El Hotel Cecil fue la residencia de al menos dos asesinos en serie. El primero, Richard Ramírez “El Merodeador Nocturno”, quien vivió allí un buen tiempo durante 1985. Vivía en la última planta y pagaba catorce dólares por noche. Mientras estuvo allí, mató a varias mujeres. Luego, simplemente se deshacía de la ropa ensangrentada en el contenedor de basura ubicado en la parte trasera del lugar.
Richard Ramírez “El Merodeador Nocturno”
El segundo fue Jack Unterweger “El Estrangulador de Viena”, quien se hospedó allí en 1991, durante su visita a Estados Unidos. En ese tiempo, Unterweger pasaba el día en compañía de policías y agentes del FBI, y por la noche se dedicaba a asesinar prostitutas. Mató al menos a tres mientras se hospedó allí. Estaba viviendo en el Cecil como una especie de macabro homenaje a Richard Ramírez.
Jack Unterweger “El Estrangulador de Viena”
El pasado oscuro del Hotel Cecil le ganó un lugar en las giras turísticas de Los Ángeles. "Es el lugar donde se hospedan los asesinos en serie", dijo siempre el guía turístico Richard Schave. Él y su esposa, Kim Cooper, realizan un "tour de crímenes verdaderos y rarezas" en Los Ángeles y el Hotel Cecil es una parada obligada, aún dentro de los estándares de una ciudad tan violenta. Una parte del hotel fue reformada en 2007, después de cambiar de propietarios, pero eso no cambió su reputación.
Muchas personas que se hospedaron en el hotel afirmarían haber sido testigos de extraños fenómenos. En 2012, un turista escribió en su blog: “Quería pasar varias noches en el Hotel Cecil. Una de las noches estaba en mi habitación, y desperté con la sensación de que estaba siendo estrangulado. Estaba bañado en un sudor frío y no podía moverme ni pedir ayuda. Literalmente pensé que iba a morir en ese cuarto. Al final, pude moverme. Salí corriendo de la habitación y bajé al recibidor, donde se encontraba la recepcionista del turno nocturno. Después de recuperar el aliento, le dije a la empleada lo que había sucedido. La recepcionista me dijo que una telefonista (Goldie Osgood) había sido asesinada en ese cuarto. No dormí ninguna noche más en esa habitación”.
A ese lugar llegó Elisa Lam el 28 de enero de 2013. Había arribado a San Diego dos días antes, el 26 de enero, para conocer esa ciudad. Luego se fue a Los Ángeles, donde se hospedó en el Hotel Cecil. Pagó su estancia y dijo que desocuparía la habitación el día 1 de febrero. Mencionó que después pretendía viajar a Santa Cruz. Tras instalarse en un cuarto del noveno piso, les llamó a sus padres por teléfono y después comió algo. Descansó un poco y luego salió a recorrer la ciudad. Estaba feliz.
El cuarto de Elisa en el Hotel Cecil
Muchos huéspedes se cruzaron con Elisa durante su estancia allí. Todos la recordarían como una chica amable, alegre y llena de entusiasmo por conocer aquella ciudad. También los empleados del hotel se referirían a ella en términos elogiosos. Elisa paseó sola por L.A. usando siempre el transporte público. Desde su llegada a Estados Unidos, les llamaba a sus padres diariamente.
Muchos asegurarían que otro huésped, un cantante de una banda de metal llamado Morbid, estaba en el hotel en las mismas fechas. Morbid se había hospedado en el Hotel Cecil durante 2010 para realizar algunas tomas, que luego usó en uno de sus videos, donde una mujer es perseguida y asesinada. También filmó en su habitación asegurando que “fuerzas paranormales” estaban en aquel sitio; curiosamente, se trataba del mismo cuarto que Elisa ocupaba en el noveno piso. Morbid posteó varias fotografías tomadas en el cuarto, donde vestía una chamarra negra con gorro, parecida a una capucha. En una de ella tiene su guitarra, en otra apunta hacia la cámara con una escopeta de cañón recortado.
Morbid en el Hotel Cecil
El primer evento extraño pasó la tarde del 31 de enero. Algunos huéspedes y personal del hotel vieron a Elisa en la recepción. Uno de ellos diría que la pareció verla hablando con un desconocido que vestía de negro. No parecía ocurrirle nada anormal. Nunca volvieron a verla.
La última fotografía que Elisa Lam hizo en su vida fue un autorretrato. Lo hizo con su cámara digital de color azul; se colocó frente al espejo del baño de su habitación y la tomó de manera que la cámara tapa su rostro de forma intencional. La hizo sin flash, sólo con la luz de la lámpara del tocador. Vestía pantalones oscuros, una blusa de color rojo con cuadros azules y en la muñeca derecha llevaba su reloj de pulsera. Con esa mano sujetó la cámara, mientras la mano izquierda quedó extendida, a un lado de su cuerpo. Lo más inquietante es que está cubierta por una chamarra negra con gorro, muy similar a la usada por Morbid en sus fotografías tomadas tres años antes en la misma habitación. Elisa lleva el gorro puesto sobre la cabeza y también parece una capucha.
La foto final
La noche del 31 de enero, el segundo evento, aún más extraño, tuvo lugar. La cámara de seguridad instalada en el ascensor del hotel reveló una serie de imágenes que desconcertaron a la policía y a todos los que tuvieron la oportunidad de verlas. A las 01:31 horas, Elisa sube al ascensor del hotel. El video de seguridad muestra cómo entra al elevador proveniente del lado izquierdo del pasillo del hotel. Viste una camiseta blanca, chamarra roja de manga larga con cierre al frente, falda color negro a la rodilla, sandalias, un collar y lleva el cabello suelto. No lleva bolso.
Se agacha y oprime varios botones. Luego se levanta y espera algo durante varios segundos. Parece escuchar algo, así que se acerca a la puerta del elevador, se inclina para asomar la cabeza y voltear rápidamente, primero hacia el lado derecho y después hacia el lado izquierdo del pasillo, y vuelve a meterse enseguida, como si temiera que alguien la viera. Para entonces, su expresión es de temor. Retrocede, con las manos agarradas en el regazo, hasta pegarse a la pared derecha del cubo, sin dejar de mirar hacia la puerta abierta. Luego da un paso y se refugia en el rincón del elevador, junto a los botones, como si esperase que si alguien se asoma, no la vea. En todo esto, sólo han transcurrido treinta segundos.
La secuencia del elevador
Después de unos segundos, Elisa da un paso a la derecha y se asoma con mucha precaución hacia el lado derecho del pasillo. Se anima a dar un paso afuera, volteando ahora hacia la izquierda, y luego, con un pequeño brinco, sale del ascensor. No ha soltado sus manos, que siguen sobre su regazo. Sin dejar de vigilar, da un paso hacia la izquierda y después un paso hacia atrás, con lo que vuelve a entrar al ascensor, cuya puerta permanecerá abierta todo el tiempo. Luego da otro paso al frente, saliendo al pasillo de nuevo, y un paso a la izquierda, quedando a un lado de la puerta y casi fuera del alcance de la cámara de seguridad. Se ha cumplido ya un minuto.
Elisa se queda allí parada unos segundos, expectante. Luego suelta sus manos y su brazo derecho se ve colgando, como si se hubiera relajado al ver que no hay nadie. Se ve sólo una parte suya. Luego alza el brazo derecho y ejecuta un movimiento que parece un saludo. También parece estar acomodándose el cabello. Se queda allí varios segundos y luego entra de nuevo al ascensor, esta vez dando la espalda al pasillo. La cámara vuelve a tomar completa y se revela que el movimiento se debió a que se llevó ambas manos a la cabeza, como si estuviese desesperada y se mesara los cabellos. Al entrar, retira las manos de la cabeza y las deja en el aire, como si se encontrase harta de algo. Va un minuto y medio desde que entró al elevador.
Al entrar, se apoya en el marco de la puerta con ambas manos. Luego vuelve a inclinarse sobre los botones. Al parecer, los oprime todos. La puerta sigue sin cerrarse, parece que el ascensor no sirve. Se acomoda el cabello con la mano izquierda, sale al pasillo nuevamente y se coloca del lado izquierdo de la puerta otra vez, pegada a la pared. Esta vez, la cámara capta la mayor parte de su cuerpo. Ella mira hacia el lado derecho del pasillo y comienza a hablar. Gesticula, mueve las manos y parece estar exasperada. Es como si intentase explicarle algo a alguien. Van dos minutos.
Elisa mueve las manos de forma extraña. Las palmas están vueltas hacia abajo, su movimiento semeja a alguien que intenta sentir algo invisible. Parece que está bailando. Mueve las muñecas como si cantase. Luego parece hacer mímica y mueve los dedos rápidamente. Sus movimientos cada vez son más exagerados, como si la persona con quien habla no entendiese lo que le está diciendo y tuviera que hablar con vehemencia. Al final deja colgados los brazos, se lleva las manos a la cabeza otra vez en un gesto de exasperación y empieza a caminar hacia el lado izquierdo del pasillo, el mismo del que llegó originalmente. Nunca ha sonreído. Se han cumplido dos minutos y treinta segundos exactamente. Es la última imagen conocida de Elisa.
La puerta del ascensor se queda abierta durante treinta segundos más. A los tres minutos, se cierra. Quince segundos después, se abre en otro piso, muy similar al anterior. Permanece allí cinco segundos, luego se cierra de nuevo. Pasan quince segundos más y se abre en otro piso, donde se ve una pared roja con blanco y un travesaño de madera. Tras unos segundos, la puerta se cierra de nuevo.
Reconstruir lo que ocurrió después es un misterio que no ha podido ser resuelto. Es el tercer evento extraño de aquella jornada y el que desembocó en una tragedia. Nadie volvió a cruzarse con Elisa. Pero se sabe que después del episodio del ascensor, de alguna manera, ella llegó hasta la azotea del hotel. Tuvo que hacerlo por las escaleras, ya que no volvió a subirse al ascensor. De hecho, alguien debió haberla guiado, ya que se trata de un área que los huéspedes no pueden ver habitualmente.
Al llegar allí, de alguna forma la puerta fue abierta sin que se activasen las alarmas que el hotel siempre tiene colocadas. Según las normas contra incendios de Los Ángeles, es ilegal cerrar las puertas en la azotea de un edificio de gran altura, pero la alarma de seguridad en la puerta para acceder a la azotea requería de una llave especial para apagarla. Para entrar en la zona donde están los tanques de agua, el sistema de alarma tendría que haber sonado continuamente hasta ser apagada; sin embargo, la alarma no sonó. Revisada con posterioridad, se determinó que esa noche la alarma estaba en perfectas condiciones y además, activada. Por otra parte, el área de la azotea es muy amplia y además era de madrugada, por lo que estaba muy oscuro: no era fácil moverse por allí, menos para alguien que nunca había estado en aquel sitio.
No se sabe qué más ocurrió y no existen indicios al respecto. Pero Elisa fue subida hasta el lugar donde se encuentran los tanques de agua que surten al hotel. Ninguno de los tanques tiene escalerilla y es necesario llevar una escalera para poder trepar allí, ya que cada uno mide más de tres metros de altura. Elisa Lam terminó metida en el tanque ubicado en el rincón, el de más difícil acceso. Estaba lleno de agua a tres cuartas partes de su capacidad. Todos los tanques tienen una tapa metálica sin bisagras que hay que desmontar, poner a un lado y volver a colocar después. Además, la abertura de entrada es muy estrecha, lo que dificulta que una persona pueda meterse sola allí, incluso alguien con la complexión delgada como la de Elisa. Después de que estuvo dentro, alguien volvió a colocar la tapa. La chica murió ahogada dentro del tanque aquella noche y no se sabe si estaba consciente o inconsciente.
Bernard Díaz, un hombre de 89 años de edad, que ha vivido en el Hotel Cecil durante 33 años, afirmó que escuchó un golpe muy fuerte en el piso de arriba la noche que Elisa Lam desapareció. También dijo que hubo una misteriosa inundación en su cuarto esa noche. “Cuando comuniqué lo sucedido a la recepción, me dijeron que no había ninguna obstrucción en las tuberías”, declaró Díaz a los medios de comunicación.
Cuando al otro día Elisa no se comunicó con sus padres, ellos intentaron localizarla, pero fue inútil. Los administradores del hotel, al ver que ella no había registrado su salida, decidieron vaciar su habitación y guardar sus cosas en la recepción, por si regresaba. Recordaban que la chica había mencionado que iría a Santa Cruz y supusieron que habría adelantado su viaje, olvidándose de avisarle al hotel que regresaría en unos días.
Cuando pasaron dos días más sin noticias, sus padres, angustiados, viajaron a estados Unidos. Los acompañó la hermana menor de Elisa. Acudieron a la policía de Los Ángeles y los agentes de inmediato fueron a investigar al hotel. Entre las cosas de la chica hallaron la cámara fotográfica con su foto final y además, la administración les dio copia del video de seguridad del elevador.
Los padres de Elisa tras la desaparición
Al ver el video de vigilancia, los investigadores supusieron que Elisa estaba bajo la influencia del alcohol o de alguna droga. También pensaron que posiblemente era esquizofrénica y había olvidado tomar sus medicamentos. Pero sus padres desmintieron ambas versiones: Elisa no padecía ninguna enfermedad física ni mental, no bebía y nunca había consumido drogas.
Cartel de búsqueda
La policía emitió un boletín y en él publicó que la desaparición de Elisa era “sospechosa y podía hacer pensar en un juego sucio”. Sus padres colocaron carteles de búsqueda en las calles, los publicaron en Internet, recorrieron las calles preguntándole a la gente y trataron de hablar con la gente que hubiera podido cruzarse con su hija en el Hotel Cecil. Las pesquisas no rindieron frutos.
Al leer la noticia de la desaparición en Internet, un estudiante de Shanghái dijo mediante las redes sociales que lo más seguro es que el cadáver de Elisa Lam se encontrase en los depósitos de agua del hotel. Pero no le hicieron caso.
Los días pasaron sin que hubiese nuevas pistas sobre la extraña desaparición. El video de seguridad y las fotografías de la cámara fueron analizados una y otra vez, sin que hubiese mayores aportes al respecto. Mientras tanto, en el Hotel Cecil, los huéspedes del hotel comenzaron a notar algo extraño: el agua que salía de las llaves estaba turbia. Durante diecinueve días, muchas personas se bañaron, se lavaron los dientes y bebieron agua de la llave que provenía del tanque donde el cadáver de Elisa flotaba, descompuesto. El agua también fue utilizada para preparar alimentos en la cocina y para lavar trastes. Muchos se quejaron a la recepción, diciendo que el agua hedía, que tenía un olor verdoso o negruzco, que sabía mal y que además salía llena de sedimento. Después, la presión del agua bajó y ya casi no salía. A causa de las quejas, los administradores decidieron hacer algo.
Posición del cadáver dentro del tanque
El 19 de febrero, un trabajador de mantenimiento subió a la azotea para revisar los tanques. En los tres primeros no encontró nada anormal. Cuando finalmente abrió el último, el espantoso hedor lo golpeó de lleno. El agua presentaba un color oscuro y estaba llena de una nata verdosa. El trabajador abrió el tapón para vaciar el tanque de agua y poder lavar el tanque, pero el cadáver podrido de Elisa Lam apareció flotando.
Los tanques de agua
La policía llegó al poco tiempo, pero tuvieron que llamar a los bomberos para que extrajeran el cuerpo. Sin embargo, ninguno de ellos pudo pasar a través de la estrecha abertura en la tapa. Se sorprendían inclusive de que una persona hubiera cabido por allí.
El rescate del cadáver
Varios helicópteros sobrevolaban el área. La noticia del hallazgo de un cuerpo en el tanque de agua se había filtrado enseguida y los medios acudieron en tropel. La mala fama del Hotel Cecil otra vez cobraba auge.
Por más que se esforzaron, los bomberos no lograron extraer el cuerpo, así que tuvieron que abrir un agujero en la base del enorme tanque. Sólo de esa forma, el cadáver pudo ser sacado. Tras ser trasladado al servicio forense, se descubrió que se trataba de Elisa Lam. La autopsia reveló que había muerto ahogada.
También concluyó que Elisa no había consumido alcohol, drogas ni medicamentos antes de morir. No tenía heridas defensivas, aunque sí algunas abrasiones ligeras producidas por el roce de su cuerpo al entrar al tanque de agua por la estrecha abertura. Los forenses afirmaron que el examen no fue concluyente, debido al estado de los restos.
El interior del tanque tras ser vaciado
Sabina y Michael Baugh, una pareja británica que pasó ocho días en el hotel, declararon: “La ducha era horrible. Cuando abría la llave, el agua era negra y apestosa los primeros segundos y después volvía a la normalidad. Además, el agua del grifo sabía horrible. Era un sabor dulzón y desagradable, con un regusto a podrido, como beber agua de una alcantarilla. No puedo describirlo”, dijo Sabina. “Conocer lo que ocurrió con el agua me hace sentir mal. Te hace sentir enfermo físicamente, pero se siente más psicológicamente”, opinó Michael Baugh.
Sabina y Michael Baugh
Nuevos huéspedes siguieron entrando en el Hotel Cecil en las primeras horas después de que los bomberos retiraron el cuerpo de Lam. Sin embargo, a cada huésped se le pidió que firmara un documento para liberar al hotel de responsabilidades en caso de enfermarse. Les pidieron a los huéspedes no beber el agua. "Usted lo hace bajo su propio riesgo y peligro", decía el papel. Los clientes que ya habían pagado por sus habitaciones no obtendrían un reembolso si se cambiaban de hotel.
En principio, los detectives de homicidios trataron el caso como un macabro asesinato. Pero poco después, al no encontrar rastros claros de violencia en los restos, determinaron de forma absurda que se trataba de un suicidio. Se basaron sobre todo en el video de seguridad, alegando que Elisa había sufrido “un ataque de locura”. Pero nadie explicó cómo había logrado Elisa encontrar el camino hacia una azotea donde jamás había estado, llegar hasta allí, abrir la puerta sin activar las alarmas, caminar en la oscuridad sin tropezarse, caer o golpearse con algo, subir hasta los enormes tanques de agua sin una escalera, abrir la tapa, meterse a través del estrecho agujero y después volver a colocar la tapa desde adentro, lo cual era imposible dada la altura a la que estaba el agua del tanque, y las características y peso de la tapa metálica.
Distancia entre la habitación de Elisa y los tanques de agua
Tampoco explicaron por qué razón una chica como Elisa querría suicidarse, cuando al otro día iba a continuar su viaje. No dejó ninguna nota de suicidio, no estaba deprimida, nadie notó algo extraño en su comportamiento y había acordado llamar a sus padres al otro día. Su novio, quien estaba en Canadá, no había notado algo extraño. Menos aclararon por qué tendría que haber elegido un método tan complicado para quitarse la vida. Era como si alguien quisiera que nadie pudiera hallar su cadáver en un buen tiempo y confiase en que el agua borraría alguna huella en particular. Terminaron modificando la causa a “muerte accidental por ahogamiento”, lo cual era todavía más absurdo que la hipótesis del suicidio.
Curiosamente, el caso de Elisa Lam recordaba a un libro de cuentos de terror de Koji Susuki (autor de la novela El aro, que fue exitosamente adaptada al cine), titulado En las profundidades del agua oscura, publicado en Japón en 1996. El volumen consta de siete historias de terror; la primera de ellas se llama “Agua flotante” y en ella, una joven y su hija se mudan a un departamento tras un turbulento divorcio. La madre descubre la desaparición de una niña en el edificio años atrás, y comienza a investigar lo ocurrido, mientras el agua de las llaves se ve siempre turbia. La mujer descubre que la niña fue asesinada y su cadáver permanece en uno de los tanques de agua.
Esta historia fue adaptada también al comic. El libro dio origen a dos películas de terror, ambas bajo el título de Agua oscura o Agua turbia (Dark water): una versión japonesa estrenada en 2002, dirigida por Hideo Nakata, y otra estadounidense de 2005, dirigida por Walter Salles. Quienes vieron las películas, se mostraron horrorizados de que la muerte de Elisa Lam encajara en tantos detalles con los filmes: un edificio presuntamente habitado por la maldad, la presencia de supuestos fantasmas, la chica en el elevador que no funciona bien, el cadáver escondido en el tanque de la azotea y la turbiedad del agua, que finalmente revela el crimen.
Esta historia fue adaptada también al comic. El libro dio origen a dos películas de terror, ambas bajo el título de Agua oscura o Agua turbia (Dark water): una versión japonesa estrenada en 2002, dirigida por Hideo Nakata, y otra estadounidense de 2005, dirigida por Walter Salles. Quienes vieron las películas, se mostraron horrorizados de que la muerte de Elisa Lam encajara en tantos detalles con los filmes: un edificio presuntamente habitado por la maldad, la presencia de supuestos fantasmas, la chica en el elevador que no funciona bien, el cadáver escondido en el tanque de la azotea y la turbiedad del agua, que finalmente revela el crimen.
Los noticiarios sobre la tragedia
La muerte de Elisa Lam fascinó de inmediato a investigadores de todo el mundo. Su extraño comportamiento, su foto final, el video del elevador y su misteriosa muerte, hicieron que muchos se obsesionaran con el caso. No faltaron quienes atribuyeron lo ocurrido a “fuerzas sobrenaturales”, que habrían atormentado a Elisa durante sus horas finales. Posesión demoníaca, presencia de fantasmas, un hotel embrujado, seres invisibles, ataques satánicos, conspiraciones de sectas, portales interdimensionales… toda clase de hipótesis descabelladas fueron postuladas para explicar los cuatro minutos del video de seguridad.
Otros señalaron que Elisa tuvo un ataque psicótico y padeció alucinaciones, que la llevaron a buscar la manera de huir y esconderse de los monstruos de su mente. Pero eso tampoco explica todas las anómalas circunstancias de su muerte. Para muchos, es obvio que Elisa Lam fue asesinada, aterrorizada por alguien a quien conoció en Los Ángeles; que esa persona la persiguió esa noche, la llevó a la azotea y la mató, ahogándola en el tanque de agua. Probablemente, se trataba de un empleado del hotel que tenía acceso a la llave contra alarmas o de un antiguo huésped; de alguien que conocía bien el hotel en todos sus rincones, alguien que tenía conocimiento de dónde pararse para no aparecer en el video de seguridad del elevador, una persona que sabía dónde conseguir una escalera a esas horas de la noche, cómo quitar la tapa del tanque y que probablemente llevó allí a Elisa bajo amenazas antes de asesinarla.
¿Qué significa la foto final? ¿Qué pasó en el elevador? ¿Cómo llegaron a la azotea sin ser vistos? ¿Por qué la mató? ¿Por qué existen tantas coincidencias con una película de terror? Hasta la fecha y quizás por mucho tiempo, la verdad acerca de la extraña muerte de Elisa Lam permanece en el más absoluto misterio.
VIDEOGRAFÍA:
El vídeo del ascensor
La muerte de Elisa Lam (Cuarto Milenio)
Agua turbia (Dark water) (trailer)
No hay comentarios:
Publicar un comentario